He encontrado esta visita virtual al Museo Roald Dahl:
http://www.theguardian.com/childrens-books-site/interactive/2012/sep/13/roald-dahl-museum-interactive
No es que no me haya gustado, lo que pasa es que me había olvidado de que entre todas las historias que inventó Roald, destaca la que no inventó, la que le tocó vivir. A eso es a lo que está dedicado el museo, a su vida.
Yo esperaba ver cosas de James y el melocotón gigante.
Esperaba ver otra vez la barba llena de tallarines y el bastón trucado de Los Cretinos.
Esperaba encontrar a la abuela de Jorge,
el de La maravillosa medicina de Jorge.
Con la risa que te daba cuando leíamos la lista de los potingues que echaba Jorge en la medicina: pasta de dientes, jarabe antilombrices para los gorrinos, polvos para el pulgón de los rosales, pimienta, cominos... me lo estoy inventando, eran cosas terribles las que le atizaba a la medicina de la abuela. Así ella empezó a crecer y a estirarse y no cabía dentro de la casa.
Quería ver otra vez a Las Brujas, con el "superratonizador" y con la abuela que fumaba puros.
Y las cabezas granujientas de las brujas debajo de las pelucas... puaf!!!
Quería ver otra vez a los abuelos de Charlie, todos en la misma cama porque era una familia muy pobre.
Quería verle con su billete dorado.
Quería ver todo eso y... ¡dibujado por Quentin Blake!
Pero no es lo que hay en el museo. No pasa nada porque todo lo que quería ver lo veo siempre que cierro los ojos, del mismo modo que te veo a ti, tumbada en tu cama, mientras te leo los cuentos: me tienes cogida la mano y me acaricias moviendo el dedo pulgar.
Cada bruja, cada niño, cada ratón, cada salto y cada susto de los que imaginó Roald lo vivimos nosotras todas aquellas noches con miradas de complicidad.
No te olvido ni un momento.
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